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Gladys Hernandez

Evolución de la deuda externa del Tercer Mundo: 20 años después


por Gladys Hernandez

septiembre de 2005

"La deuda de los países en vías de desarrollo ha alcanzado ya la cifra de 335 mil millones de dólares. Se calcula que el pago total por concepto de servicios de la deuda externa asciende a más de 40 mil millones cada año, lo que representa más del 20 por ciento de sus exportaciones anuales. Por otro lado, el ingreso per cápita promedio de los países desarrollados es ahora 14 veces superior al de los países subdesarrollados. Esta situación es ya insostenible" .
(Fidel Castro, Encuentro sobre la Deuda Externa de América Latina y el Caribe. Discurso en la sesión de clausura, 3 de agosto de 1985.)

Pasados 20 años, la agudización de los problemas asociados a la deuda externa ha resurgido con especial relieve en las últimas dos décadas, en las que la aplicación de las políticas económicas neoliberales se ha recrudecido.

Sin embargo, desde la década de los 70, la voz de Fidel Castro se alzó para expresar la preocupación y urgencia de hallar una solución a este problema, uno de los más graves que afectan a la humanidad.

El tema de la deuda externa se convirtió en objeto de debates en diferentes encuentros y conferencias celebrados en Cuba desde 1985. La campaña desarrollada por Cuba tenía como objetivo central lograr la cancelación de la deuda basada en la eliminación del gasto militar .

Sobre este tema Fidel expresaba:

En esta insensata y mortal actividad se gasta un millón de millones de dólares cada año...¿Cómo puede afirmarse que no hay recursos para una mayor justicia económica en el mundo? Bastaría cambiar simplemente lo irracional por lo elementalmente racional; bastaría un poco de ética y sentido de responsabilidad.
(Fidel Castro. Discurso pronunciado en la sesión inaugural de la VI Reunión Ministerial del Grupo de los 77 preparatoria de la VII UNCTAD.)

El líder de la Revolución Cubana planteaba desde entonces la impagabilidad de la deuda externa, tanto desde el punto de vista ético como económico, político y hasta jurídico. Y advertía sobre las consecuencias que para el desarrollo de los países del Tercer Mundo tendría este proceso de endeudamiento.

Ante estas realidades, ¿qué futuro espera a nuestros pueblos? En 1985, la población de los países subdesarrollados representaba ya más de las tres cuartas partes de la población mundial. En el año 2025 vivirán en el Tercer Mundo 6 mil 779 millones de personas, según cálculos, el 83,1 por ciento de la población del planeta. Esto quiere decir que, en los próximos 40 años, un tiempo más breve que la vida de un hombre, nuestros países enfrentaran el colosal desafío de alimentar, vestir, educar y ofrecer empleo, vivienda y servicios de salud aun promedio de casi 80 millones de seres humanos más cada año. ¿Estarán nuestros empobrecidos, endeudados y esquilmados países en condiciones de aceptar siquiera ese reto?

Sin hablar del futuro, el presente es ya suficientemente dramático. La crisis económica, agravada en los países subdesarrollados por la abrumadora carga de la deuda y el brutal despojo del intercambio desigual, provoca en el Tercer Mundo un terrible costo social que se manifiesta en casi mil millones de hambrientos, 185 millones de niños desnutridos, más de 500 millones de desempleados y subempleados, 857 millones de analfabetos, un índice de mortalidad infantil 8 veces superior que en los países desarrollados. Estas y muchas otras cifras sobradamente conocidas indican que, para grandes masas de hombres, mujeres y niños del Tercer Mundo, la crisis económica impuesta a nuestros países se traduce hoy en más hambre, más pobreza, más ignorancia, más enfermedad y muerte, más desesperanza.

Los países a los que eufemísticamente se les califican como menos adelantados han aumentado de 31 a 40 entre 1981 y 1986. En ellos el cuadro es todavía más crítico, por lo cual están aún más urgidos de verdaderas soluciones”.
(Discurso pronunciado en la sesión inaugural de la VI Reunión Ministerial del Grupo de los 77 preparatoria de la VII UNCTAD)

En el período transcurrido desde que estalló la crisis de la deuda en 1982, los países subdesarrollados han pagado a sus acreedores el equivalente a 50 veces los recursos que Estados Unidos canalizó para la reconstrucción de Europa mediante el Plan Marshall al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
La deuda sigue constituyendo uno de los flagelos más graves que azotan a la humanidad, en medio de la más creciente polarización nunca antes presenciada. Si bien en 1960, el 20% más rico de la población mundial controlaba el 70% de la riqueza y el 20% más pobre poseía el 2,3%, según informes del Banco Mundial, hoy el 20% más rico controla el 86% del consumo mundial. En el otro extremo, al 20% más pobre solo dispone de un exiguo 1,3% de dicho consumo.
Las variantes de alivio a la deuda, sugeridas por los países acreedores, a partir de la década del ochenta, sólo constituyen leves paliativos para uno de los problemas más graves que afectan al 85% de la humanidad.

La realidad revela cifras sumamente crudas. En 2004, a las economías desarrolladas del mundo, con sólo el 15,3% de la población mundial, les correspondía el 54,6% del PIB mundial y realizaban el 71,8% del comercio internacional.

A los países subdesarrollados, donde se ubica el 84,7% de la población del planeta, producen el 45,4% del PIB y realizan el 28,2% del comercio mundial.

Son los países subdesarrollados los que poseen una deuda externa, según cifras del 2005, evaluada en 2,5 millones de millones de dólares. (...)

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