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Horacio Rovelli

Por qué Brasil y Chile sufren más que la Argentina el crack financiero.


por Horacio Rovelli

22 de abril de 2009

El Banco Mundial, por medio de su vicepresidenta, Pamela Cox, sostiene que la Argentina es el país latinoamericano que está en mejores condiciones de sortear la crisis internacional por la mayor diversificación de sus mercados. El impacto de la crisis es diferente en cada país de la región, México, América Central y el Caribe están muy unidos a los Estados Unidos y por ende sufrirán en mayor forma la crisis. En los demás países debe verse el comportamiento fiscal y cómo evoluciona la actividad económica, precisó la funcionaria del organismo internacional.

De los manejos de cifras del Banco Mundial se desprende que en la Argentina la recaudación tributaria creció en el primer trimestre 2009 en un 16,3 % (con una presencia del IVA-DGI de un 24,5 %), mientras en Chile y Brasil la recaudación cayó en un 12% en el mismo período. Por ende, si el cobro de tributos es uno de los reflejos del nivel de actividad, la Argentina presenta un comportamiento razonablemente saludable.

Tanto Chile como Brasil, recibieron en su momento la calificación de AA-un muy buen grado de confianza para las calificadoras de riesgo-, mientras que a la Argentina le bajaron la calificación a BB o BB-. Sin embargo, una vez desatada la crisis, Chile y Brasil fueron las primeras economías de la región que sufrieron el impacto, dado que las grandes entidades financieras internacionales, que se cayeron una tras otras y aún las que quedaron en pie, lo primero que hicieron para hacerse de recursos fue desprenderse de los títulos públicos y privados de los llamados países emergentes, incluyendo a esos países vecinos.

El derrape de los valores públicos y privados de ambas naciones arrastró su moneda, de manera tal que en Brasil al 31 de agosto de 2008 se cambiaban 1,65 reales por un dólar norteamericano, y el 10 de octubre de 2008 la relación llegó a ser 2,5 reales por un dólar, hasta que intervino el Banco Central de ese país, vendiendo más de u$s 2.200 millones en un día, para llevarlo a 2,3 reales por un dólar, significando una depreciación del 40 % en dos meses. En Chile, el comportamiento monetario no fue mejor; al mes de agosto del año 2008 se cambiaba un dólar norteamericano por $ 516. A mediados de noviembre de 2008 se tenían que pagar $ 663, lo significó una devaluación del 22 % en dicho lapso.

Lo que las calificadoras e interesados intereses mostraban como una fortaleza, demostró ser el talón de Aquiles del modelo de integración financiera brasileña y chilena. La combinación de altas tasas de interés en la moneda local y amplias facilidades para obtener créditos en moneda dura, dio como resultado que la crisis impactara de lleno y primero en los dos países hermanos. La política de liberar completamente la transferencia de capitales en los países desarrollados, e imitada por Brasil y Chile, se convirtió en el punto más débil de la cadena y en cadena de transmisión de la crisis.
Brasil, merced a la política industrial que llevó adelante en los últimos 30 años, las fuertes inversiones en infraestructura y la política social de viviendas populares, de salud, educación y asistenciales (Hambre Cero), logra que la crisis, que significó hasta marzo de 2009 una pérdida de 600.000 puestos de trabajo entre desocupados y suspendidos, no sea aún más dura sobre su economía y su población.

Chile, más expuesto, tiene serios problemas por la caída del precio del cobre (en un 56 % en la segunda parte del año 2008), del precio de sus productos forestales, e incluso en su comercio, donde estiman que 37.000 establecimientos se encuentran en cierre inminente, según denuncia la Confederación Nacional de Consumo Detallista y Turismo del país trasandino.

Gracias a que no se privatizó el cobre, el Estado chileno creó un fondo anti-cíclico de más de U$s 15.000 millones, la caída del valor de los títulos públicos de Chile en la segunda parte del año 2008 es de una suma similar, con lo que el fondo anti-cíclico es hoy prácticamente inexistente.

La crisis financiera y Argentina.

El total del crédito del sistema financiero argentino representa el 11 % del PBI, siendo un indicador del bajo nivel de endeudamiento interno, tanto del sector público como del sector privado, por lo que el nivel de actividad no depende fuertemente del sistema financiero, de allí que el “endurecimiento” de la política monetaria del Banco Central de la República Argentina (BCRA) no afecte en mayor forma a los tomadores de créditos, más allá de casos puntuales. Razón por la cual, si bien es cierto que esa política no se puede mantener en el mediano plazo, y a un alto costo, ha logrado arbitrar, de cierta manera, entre el crecimiento del tipo de cambio y el rol de la tasa de interés como captador de depósitos.

Según estimaciones del BCRA , el tipo de cambio en los valores alcanzados a abril de 2009, sigue siendo competitivo. La entidad sostiene que equivale a un 160 % por encima del tipo de cambio convertible. Ese porcentaje parece creíble si se observa el comportamiento de la balanza comercial argentina, más aún si se tiene en cuenta que la suba del precio de la soja, referente principal en la política de cambio administrado que aplica el BCRA, recupera precios logrando superar los u$s 380 la tonelada en el mercado de Chicago, y los $ 960 en el mercado de Rosario.

Entonces, los mejores precios esperados de los principales renglones exportadores, la confirmación de que el sistema de retenciones (derechos de exportación aplicados a las ventas al exterior agropecuarias) no se toca, la evidencia de que la crisis económica internacional no afecta en demasía al país (incluido el acuerdo con China de swaps cambiario por U$s 10.200 millones y el hecho de que se percibirán no menos de u$s 2.500 millones del FMI tras la capitalización de ese organismo internacional), más la posibilidad de que el Gobierno cumpla un buen desempeño electoral, máxime que la oposición está desarticulada y sin referentes claros, hace que, por un lado, desde fines de marzo 2009, se incrementen las liquidaciones de las exportaciones, y por el otro, se frene la persistente demanda de divisas, así como se torna más previsible el valor de la mismas y de los activos de nuestro país medido en esas monedas.

En ese marco, el Gobierno está en condiciones de administrar el tipo de cambio y fijar la tasa de interés, procurando el objetivo de apuntalar el mercado interno y el crecimiento económico, y supeditando las demás variables, entre ellas la obtención de divisas, para afrontar los compromisos externos y financiar las importaciones de capital, a ese fin.

Horacio Rovelli es investigador del CEFID-AR


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