En la primera semana de marzo, las dos principales organizaciones financieras internacionales coincidieron en señalar que la crisis financiera mundial está comenzando a afectar la economía real de los países pobres. Según el FMI, la recuperación recién comenzaría "bien entrado 2010" y el impacto provocará una "crisis humanitaria". El futuro del FMI no sólo va a estar en la agenda de las reuniones bilaterales anglo-estadounidenses, sino también en la de la cumbre londinense del G-20.
En la primera semana de marzo, las dos principales organizaciones financieras internacionales coincidieron en señalar que la crisis financiera mundial está comenzando a afectar la economía real de los países pobres. Desde su sede en Basilea (Suiza), el Banco de Pagos Internacionales (una especie de "banco central de los bancos centrales" conocido como BIS por la sigla en inglés de Bank for International Settlements) anunció el lunes 2 de marzo que si bien los llamados "mercados emergentes" estuvieron "poco expuestos" a los problemas de activos tóxicos (o sea incobrables) que afectaron a las grandes economías industriales y, por lo tanto, "capearon relativamente bien la fase más aguda de la crisis financiera a fines de 2008", al comenzar 2009 se mostraron "mucho menos inmunes" a los efectos de la recesión en los países más ricos.
Para el BIS, la caída de las exportaciones y del crecimiento de la economía en los países de ingresos medios y bajos son "clara evidencia de la severidad y sincronía de la declinación económica global", particularmente en la "Europa emergente", o sea los países ex socialistas.
Al día siguiente en Washington, Dominique Strauss-Kahn, director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), anunció que "una tercera ola de crisis ha comenzado a golpear a los países más pobres y vulnerables del mundo", después que la primera ola afectara a las economías avanzadas y la segunda a los de ingresos medios. El FMI, dijo, había sido "demasiado optimista" en enero, cuando anunció que la economía mundial no crecería en 2009, ya que ahora se sabe que en vez de detenerse el crecimiento mundial se dará vuelta y la economía real se achicará en los próximos meses, "aun si los países toman medidas acertadas para combatir la recesión".
La recuperación recién comenzaría "bien entrado 2010" y el impacto provocará una "crisis humanitaria". En sustancia, ambas instituciones dicen lo mismo. La diferencia de tono se explica por los públicos diferentes a los que se dirigen. El BIS escribe para quienes deciden la política monetaria de los países, gobernadores de bancos centrales a quienes se supone reservados, poco proclives a exageraciones e inmunes a presiones políticas. El director gerente del FMI, en cambio, hizo sus afirmaciones en un discurso público en el prestigioso Instituto Brookings y la publicación del informe en el que se basó su predicción de dramáticos tsunamis fue cuidadosamente planificada para que coincidiera con la visita a Washington del primer ministro británico, Gordon Brown. El futuro del FMI es, precisamente, uno de los temas en la agenda de este primer encuentro entre Brown y el presidente Barack Obama, según el Financial Times. La semana pasada, los dirigentes europeos se pusieron de acuerdo en reforzar al FMI (tradicionalmente presidido por un europeo, mientras que el Banco Mundial siempre lo ha sido por un estadounidense) para que pueda atender las demandas de los países "emergentes" (o, más bien, "en emergencia"), de los cuales muchos están en Europa. Hace seis meses el FMI tenía un solo cliente (Turquía), pero en las últimas semanas ya ha concedido préstamos a Islandia, Pakistán, Hungría, Serbia, El Salvador, Letonia y Ucrania, y se dice que Rumania, Lituania y hasta la propia Irlanda, hasta hace poco calificada de "tigre europeo", estarían en la cada vez más larga cola de países al borde del default.
Para atender tanta solicitud, el FMI debe poder prestar entre 500.000 millones y un billón de dólares, mucho más allá de su capacidad actual de 300.000 millones. Para eso debe ampliar su capital y ese dinero adicional sólo podría venir de los países con superávit como China, India o las monarquías petroleras del Golfo. Pero a cambio de poner más dinero en el FMI, estos países exigen mayor capacidad de decisión. China está en camino de convertirse en la segunda potencia mundial y superar a Europa en el tamaño de su economía, pero en el FMI "pesa" lo mismo que la pequeña Bélgica. La conferencia cumbre del Grupo de los 20 (G-20, Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Reino Unido, Sudáfrica y Turquía) realizada en Washington en noviembre de 2008 acordó "hacer avanzar la reforma de las instituciones de Bretton Woods de manera que reflejen mejor la evolución de los respectivos pesos económicos en a economía mundial y para incrementar su legitimidad y eficacia". Pero nada se ha hecho desde entonces. Darles más votos a los países en desarrollo implica reducir el porcentaje de votos que hoy tienen los más ricos. Y ahí está el problema.
Con diecisiete por ciento de los votos, Estados Unidos es actualmente el único país que puede vetar decisiones del FMI, donde se precisan ochenta y cinco por ciento de los votos para tomar cualquier decisión importante. Nueve de los veinticuatro directores ejecutivos del FMI son europeos, incluyendo entre ellos a España, que representa en el organismo a los países de América Central. Gordon Brown ha dicho que la Unión Europea no sólo debe reducir su porcentaje de votos (veintisiete por ciento en la actualidad), sino que además debería dejar sitio a más representantes del Tercer Mundo entre los veinticuatro miembros de la Junta. Si no se cambian los estatutos del FMI, la reforma propuesta por Gordon Brown implicaría para Europa perder bancas pero ganaría para el único representante europeo el poder de veto al que Estados Unidos debería renunciar.
Si bien esta fórmula es matemáticamente posible, su viabilidad política es más que dudosa, sobre todo si se tiene en cuenta que la Casa Blanca no puede tomar esta resolución por sí sola y debe consultar al Congreso. El tema no sólo va a estar en la agenda de las reuniones bilaterales anglo-estadounidenses de esta semana, sino también en las de la cumbre londinense del G-20, cuyo número se eleva ahora a 22, al haber invitado Brown a sus pares de Holanda y España. En su discurso de apertura de la nueva legislatura argentina, el pasado 1 de marzo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner recordó que "las economías emergentes han sido responsables de las tres cuartas partes del crecimiento de la economía mundial en los últimos diez años" y no sólo reclamó reformas en la forma de votación sino también el fin de "un sistema global basado en la subordinación y no en la cooperación, en el que las reglas sólo existen y deben ser cumplidas por los países débiles y emergentes".
En efecto, mientras que por un lado el FMI aplaude los planes económicos de estímulo en los países ricos, que incluyen aumentos del gasto público (y del déficit fiscal) y reducción de las tasas de interés, a los países que le piden prestado les sigue reclamando recortes en sus gastos y aumento de las tasas de interés. Esta contradicción explica las enormes resistencias políticas y crecientes protestas populares con las que el FMI se enfrenta en estos días y a las que Strauss-Kahn responde agregando una condicionalidad adicional: la de que los países que implementan sus políticas generen "redes de protección" para los pobres. Cómo hacer para al mismo tiempo proteger a los pobres, reducir el gasto y pagar deudas con la banca internacional, que a su vez está en quiebra, en una economía internacional que se contrae es la incógnita que políticos y economistas deberán responder en los próximos meses
Publicado: el 5 de Marzo de 2008 en el suplemento semanal Agenda Global, La Diaria de Montevideo, Uruguay.
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