Suspiro de alivio para la banca norteamericana. Los términos definitivos de la reforma financiera, anunciados ayer por el presidente del Comité Bancario del Senado, Christopher Dodd, aunque endurecen la regulación y la supervisión del sector, se quedan a años luz de las pesadillas que se plantearon tras el estallido de la crisis financiera que se llevó por delante a casi toda la gran banca mundial.
En efecto, la reforma no impone la separación radical de la banca comercial y de inversión, ni obligará a los grandes conglomerados a dividirse en partes (como en su día se hizo con las telecos), ni siquiera impondrá unos límites estrictos a los bonus de los ejecutivos.
Precisamente, las expectativas de que la reforma final fuera más laxa de lo que se temía son uno de los principales argumentos que explican el rally del sector financiero en las últimas semanas. Y ahora que estas expectativas se han confirmado, probablemente sea demasiado tarde para entrar en el sector, como siempre ocurre en estas ocasiones.
Esperen una toma de beneficios que puede ser importante. Ahora bien, más allá del corto plazo estamos ante un nuevo escenario mucho más favorable a la banca de lo que cabía esperar, lo cual debe reflejarse en su evolución bursátil a medio y largo plazo.
La reforma anunciada por Dodd ha rebajado bastantes de sus pretensiones iniciales para buscar el consenso con los republicanos y sentar unas nuevas bases para el sector estables y duraderas. Pero eso ha permitido a la banca ’escaparse viva’ de la que era su mayor amenaza desde las duras normas aprobadas tras la Gran Depresión.
Esta reforma crea un ’consejo de riesgo sistémico’ presidido por el Secretario del Tesoro que, por mayoría de dos tercios, podrá obligar a los grandes conglomerados financieros a desprenderse de alguna de sus entidades si suponen una grave amenaza para la estabilidad financiera del país.
También creará una forma segura de liquidar las entidades insolventes e impondrá unos nuevos requisitos de capital y apalancamiento más duros que "harán indeseable llegar a ser demasiado grande"... lo cual puede favorecer precisamente a los que ya son demasiado grandes, porque evitará que otros alcancen su tamaño y compitan con ellos.
Órgano de defensa de los consumidores
El polémico órgano de defensa de los consumidores se llamará CFPA (Consumer Financial Protection Agency) y tendrá un presupuesto independiente y un presidente nombrado por el Presidente de EEUU. Tendrá poder para dictar normas y para hacerlas cumplir, y estará integrado en la Reserva Federal, pero ésta no tendrá "un ápice de autoridad" sobre la agencia, tal como querían los demócratas.
De hecho, este es el punto en el que la reforma es más fiel a la propuesta original. Esta agencia regulará a los bancos con activos de más de 10.000 millones de dólares y a todas las entidades con negocio hipotecario.
La propuesta también unifica los numerosos órganos supervisores que existen actualmente en EEUU para las entidades con activos inferiores a 50.000 millones, mientras que la Fed se encargará directamente de las que superen esa cifra porque se entienden que suponen un riesgo sistémico.
La famosa ’regla Volcker’, propuesta por el antecesor de Greenspan en la Fed, limitará el riesgo que pueden tomar las firmas de Wall Street, pero delegará la autoridad para imponer esos límites en los reguladores bancarios, no en el Congreso. Bajo esta norma, los bancos comerciales no podrán operar por cuenta propia en los mercados, ni invertir o promover hedge funds o fondos de capital riesgo.
Los hedge funds serán supervisados más de cerca, y los que gestionen más de 100 millones deberán registrarse en la SEC y revelar sus datos financieros para limitar el riesgo sistémico y proteger a los inversores. Finalmente, respecto a la paga de los ejecutivos, la norma se limita a dar más poder a las juntas de accionistas al respecto sin imponer un límite estricto
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