La crisis actual es la más profunda desde la que tuvo lugar en los años 1930. Latente desde hace al-gunos años, la crisis financiera se desarrolló con fuerza durante el segundo semestre 2008. El efecto de contagio fue particularmente potente y el conjunto de las economías en el mundo ha sufrido sus efectos. En primer lugar fue afectado su sistema financiero y, luego, muy rápidamente, su tejido in-dustrial. Los PIB conocieron tazas de crecimiento negativas o fuertes desaceleraciones, y el desem-pleo aumentó fuertemente en todas partes. Sin embargo, desde el segundo semestre de 2009 se decanta la ilusión según la cual sería posible reanudar el crecimiento de modo durable y sostenible, sin proyectar una nueva arquitectura financiera. Estas ilusiones emergen debido a una nueva recupe-ración del mercado bursátil2, a un cierto retorno de los beneficios en las instituciones bancarias y financieras, a los intentos de estas últimas de escapar a los controles del Estado desendeudándose de él, al nuevo pago consecutivo de bonos astronómicos a los traders y finalmente, a la ligera mejoría económica en numerosos países y al crecimiento todavía elevado de China.
Según numerosos pronósticos, el retorno a un crecimiento durable debería tener lugar desde el último trimestre de 2009 o hacia los inicios del 2010. A la inversa, otros economistas, más lúcidos, recordando que la crisis de los años 1930 duró casi una década, insisten en el perfil de la crisis que, en vez de tener una forma en V o en L, debería tener una evolución en forma de WW o en VL.
Más allá de estas interrogantes acerca de la duración de la crisis y de su ciclo, la pregunta princi-pal es saber si la crisis tuvo un origen financiero stricto sensu o si las globalizaciones comercial y fi-nanciera condujeron o no a modificaciones radicales -diferentes según los países- de las condiciones de valorización del capital. La hipótesis que hacemos aquí es que la crisis no se debe a las disfuncio-nes de los mercados financieros internacionales en los países industrializados.
Ciertamente están lejos de ser anodinos y el auge de productos financieros cada vez más complejos en los últimos 10 o 15 años las han acrecentado sensiblemente3. Pero estas disfunciones, aunque considerables, no ex-plican la crisis y su gravedad, solamente la han precipitado y amplificado.
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Pierre Salama Profesor de las universidades Centre d’Économie de Paris-Nord (CEPN), UMR 7115, Correo electró-nico: pierre.salama@univ-paris13.fr, pagina web: http://perso.wanadoo.fr/pierre.salama/
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